La mayoría de los hermanos y hermanas en el Señor creen: El Señor Jesús ha absuelto nuestros pecados a través de nuestra fe, y ya no somos culpables porque el Señor nos ha santificado, entonces estamos calificados para entrar al reino celestial. Bueno, ¿Esta visión es correcta? ¿Está basada en las palabras del Señor?
En realidad, la razón principal por la que tenemos este punto de vista es porque no entendemos el verdadero significado del perdón de los pecados. Aunque somos perdonados de nuestros pecados debido a la redención del Señor, simplemente significa que Dios ya no nos considera pecadores, pero no representa que hayamos sido liberados del pecado. Por ejemplo, cuando un hombre es capturado y enviado a prisión después de haber cometido un delito, su familia gasta una gran suma de dinero para sacarlo de prisión. ¿Puedes decir que él ha sido rescatado, no es culpable? ¡La respuesta es definitivamente no! Es lo mismo con todos nosotros que hemos aceptado la obra redentora del Señor Jesús. El Señor Jesús, al ser clavado en la cruz como nuestra ofrenda por el pecado, simplemente nos redimió de las manos de Satanás. Al venir ante el Señor, solo somos limpiados de los pecados de nuestro comportamiento, pero nuestra naturaleza pecaminosa interna aún no ha sido desechada. Así vivimos en la situación de pecar día a día, incapaces de librarnos de ello. Si esto continua, solo nos volveremos más y más corruptos. En última instancia, toda la humanidad será devorada por Satanás, quedando cautiva de ella. Por lo tanto el perdón de los pecados no significa ser purificado, lo que debería llamar nuestra atención. ¿Pero cómo podemos tener nuestra naturaleza pecaminosa resuelta a ser limpiada? Esto debe convertirse en un tema de máxima preocupación para nosotros.
¿Que verdades debemos buscar para eliminar nuestra naturaleza pecaminosa?
Antes que nada, necesitamos conocer la obra de Dios y Su plan de gestión para salvar a la humanidad. Desde que los progenitores de la humanidad cometieron pecado, el pecado entró en el hombre. La paga del pecado es la muerte, por lo que Dios comenzó Su plan de seis mil años para salvar a la humanidad. Primero, en la Era de la Ley, Jehová Dios emitió leyes para que el hombre obedeciera, y enseñó a los israelitas en ese momento cómo vivir, cómo llevarse bien con los demás, cómo adorar a Dios, y demás, para que pudieran recibir Su cuidado y protección manteniendo la ley. Por el contrario, si desobedecen Sus leyes, serían apedreados o quemados por el fuego del cielo. En ese momento Jehová Dios también requería que el hombre ofreciera sacrificios, quien cometiera otros pecados fuera de los Diez Mandamientos tendría que ofrecer ofrendas por el pecado a Dios, usando las ovejas, el ganado y las palomas recién nacidos para limpiar sus pecados. De esta manera, el hombre podría evitar morir. Por lo tanto, la obra de Dios en la Era de la Ley logró el resultado de capacitar al hombre para conocer el pecado. A medida que la humanidad se corrompió cada vez más profundamente por Satanás, ya no pudieron cumplir la ley, y más personas fueron ejecutadas a causa de sus violaciones. Dios no podría soportar ver a la gente que Él creó con sus propias manos ser devorada por Satanás de esa manera. Entonces Él se encarnó para hacer la obra de redención bajo el nombre de Jesús, y fue crucificado para soportar los pecados de la humanidad sirviendo como ofrenda por el pecado. A partir de ese momento, quienquiera que haya cometido pecados, siempre que haya venido ante el Señor Jesús para confesarse y arrepentirse, sus pecados serán perdonados. Por lo tanto, la humanidad ha disfrutado de la paz y la alegría de Dios. Sin embargo, las personas de la Era de la Gracia ya no están más en el pecado por la salvación de Dios, pero eso no significa que no tengan pecado. Esto se debe a que la naturaleza pecaminosa del hombre, aún no se ha resuelto, y así los hombres podemos pecar y resistir a Dios a menudo, viviendo en el ciclo de pecar en el día y confesándose en la noche sin poder liberarnos. Nuestra disposición satánica corrupta como la arrogancia, el engreimiento, el egoísmo, el desprecio, la perversidad, la astucia, etc., todavía persisten y nos controlan, como resultado de lo cual no hay una verdadera tolerancia y paciencia entre nosotros, sino tanto odio y celos en nuestro corazón. ¿Cómo podemos nosotros, una humanidad que no vive más que la imagen de Satanás, lograr compatibilidad con Dios, y cómo podemos ser salvos y entrar en el reino de los cielos? En la Biblia se dice: “Buscad la paz con todos y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor” (Hebreos 12: 14). Y el Señor Jesús también dijo: “En verdad, en verdad os digo que todo el que comete pecado es esclavo del pecado; y el esclavo no queda en la casa para siempre; el hijo sí permanece para siempre” (Juan 8:34-35). Dado que nuestra naturaleza pecaminosa no ha sido eliminada y limpiada a fondo, aún no estamos calificados para entrar en el reino de Dios. Por lo tanto, la obra de Dios de salvar a la humanidad no se detendrá.
¿Qué trabajo necesita hacer el Señor Jesús para purificar y transformar la naturaleza pecaminosa del hombre cuando regrese en los últimos días?
Alguna persona descubrió que un mayor número de profecías en la Biblia se refieren a la obra de juicio de Dios en los últimos días. Hay al menos 200 versículos en la Biblia que mencionan que Dios vendrá a ejecutar el juicio. Las siguientes son algunas de las escrituras que profetizan la venida de Dios para hacer la obra del juicio de los últimos días:
“... mirad, el Juez está a las puertas” ( Santiago 5:9).
“delante del Señor, pues viene a juzgar la tierra; El juzgará al mundo con justicia, y a los pueblos con equidad” ( Salmos 98:9).
“Juzgará entre las naciones, y hará decisiones por muchos pueblos. […]” ( Isaías 2:4).
“[…] porque cuando la tierra tiene conocimiento de tus juicios, aprenden justicia los habitantes del mundo” ( Isaías 26:9).
“porque El ha establecido un día en el cual juzgará al mundo en justicia, …” ( Hechos 17:31).
“y le dio autoridad para ejecutar juicio, porque es el Hijo del Hombre” ( Juan 5:27).
“Porque ni aun el Padre juzga a nadie, sino que todo juicio se lo ha confiado al Hijo,” ( Juan 5:22).
“Porque es tiempo de que el juicio comience por la casa de Dios; ...” ( Pedro 4:17).
El Señor Jesús también dijo: “Si alguno oye mis palabras y no las guarda, yo no lo juzgo; porque no vine a juzgar al mundo, sino a salvar al mundo. El que me rechaza y no recibe mis palabras, tiene quien lo juzgue; la palabra que he hablado, ésa lo juzgará en el día final” ( Juan 12: 47-48). De estos versículos podemos ver claramente que en los últimos días Dios seguramente bajará a la tierra para llevar a cabo la obra del juicio.
Gracias al Señor por Su guia. Un día, en Facebook conversé con la hermana Jiayin sobre cómo la naturaleza pecaminosa del hombre podría ser purificada. Mientras más hablamos, más ganamos el esclarecimiento y la iluminación del Espíritu Santo, y esto me hizo tener algún conocimiento de cómo Dios hace Su obra para purificar al hombre en los últimos días. En ese momento, la hermana Jiayin leyó un pasaje de la palabra de Dios para mí, “Antes de que el hombre fuera redimido, muchos de los venenos de Satanás ya habían sido plantados en su interior, y, después de miles de años de ser corrompido por Satanás, el hombre ya tiene dentro de sí una naturaleza establecida que se resiste a Dios. Por tanto, cuando el hombre ha sido redimido, no se trata más que de un caso de redención en el que se le ha comprado por un alto precio, pero la naturaleza venenosa que existe en su interior no se ha eliminado. El hombre que está tan contaminado debe pasar por un cambio antes de volverse digno de servir a Dios. Por medio de esta obra de juicio y castigo, el hombre llegará a conocer plenamente la esencia inmunda y corrupta de su interior, y podrá cambiar completamente y ser purificado. Sólo de esta forma puede ser el hombre digno de regresar delante del trono de Dios. Toda la obra realizada este día es con el fin de que el hombre pueda ser purificado y cambiado; por medio del juicio y el castigo por la palabra, así como del refinamiento, el hombre puede desechar su corrupción y ser purificado. En lugar de considerar que esta etapa de la obra es la de la salvación, sería más apropiado decir que es la obra de purificación. En verdad, esta etapa es la de la conquista, así como la segunda etapa en la obra de la salvación. El hombre llega a ser ganado por Dios por medio del juicio y el castigo por la palabra, y es por medio del uso de la palabra para refinar, juzgar y revelar que todas las impurezas, las nociones, los motivos y las aspiraciones individuales dentro del corazón del hombre se revelan completamente. Por todo lo que el hombre pueda haber sido redimido y perdonado de sus pecados, sólo puede considerarse que Dios no recuerda sus transgresiones y no lo trata de acuerdo con estas. Sin embargo, cuando el hombre, que vive en un cuerpo de carne, no ha sido liberado del pecado, sólo puede continuar pecando, revelando, interminablemente, su carácter satánico corrupto. Esta es la vida que el hombre lleva, un ciclo sin fin de pecado y perdón. La mayor parte de la humanidad peca durante el día y se confiesa por la noche. Así, aunque la ofrenda por el pecado siempre sea efectiva para el hombre, no podrá salvarlo del pecado. Sólo se ha completado la mitad de la obra de salvación, porque el hombre sigue teniendo un carácter corrupto. […] es más profunda que el pecado; es algo plantado por Satanás y profundamente arraigado dentro del hombre. No resulta fácil para el hombre ser consciente de sus pecados; no tiene forma de reconocer su propia naturaleza profundamente arraigada, y debe depender del juicio por la palabra para lograr este resultado. Sólo así puede el hombre ser transformado gradualmente a partir de ese momento” (“El misterio de la encarnación (4)”).
Después de leer este pasaje, comprenderemos que la gente no puede abandonar completamente su naturaleza pecaminosa y purificarse confiando únicamente en la gracia y la redención en la cruz del Señor Jesús. Esto se debe a que lo que hizo el Señor Jesús en la Era de la Gracia fue la obra de la redención. De acuerdo con la naturaleza de la gente en ese momento, Él les dió solo el camino del arrepentimiento, y le enseñó al hombre algunas verdades y prácticas rudimentarias, tales como cómo confesarse y arrepentirse, cómo cargar la cruz, ser paciente, humilde y amar, perdonar a los demás, etc. Nunca expresó las verdades que pueden juzgar y limpiar al hombre, transformar las disposiciones satánicas del hombre y ser la vida eterna del hombre. Para decirlo de otra manera, el Señor Jesús no expresó el camino de la verdad que implica cambiar la disposición de la vida, cómo liberarse de nuestra naturaleza pecaminosa y ser limpiado y salvado. Por lo tanto, al aceptar la salvación del Señor Jesús, solo somos perdonados de nuestros pecados, pero las corruptas disposiciones como la arrogancia, el engreimiento, la perversidad, el engaño, el egoísmo, el desprecio, la avaricia y la maldad aún permanecen dentro de nosotros. Como resultado, a menudo estamos sujetos a los pecados, viviendo en el ciclo de cometer pecados solo para confesarlos y luego continuar con el pecado otra vez. Todavía seguimos las tendencias mundiales, buscamos la fama, la fortuna y el estatus, y codiciamos las comodidades de la carne, viviendo impotentes en el pecado. Además, aún podemos albergar el engaño en nuestro corazón, y mentir a menudo para engañar a Dios y a otras personas. Cuando nos enfrentamos a desastres, persecución y tribulación, aún podemos malinterpretar, culpar a Dios, e incluso traicionar a Él. Aunque he creído en el Señor por muchos años, todavía podemos ser dirigidos por la intención de obtener bendiciones, realizar transacciones con Dios mientras trabajamos y nos gastamos, y trabajar solo por la corona y las bendiciones del cielo. Este tipo de oposición contra Dios realmente muestra que una naturaleza pecaminosa aún permanece dentro de nosotros, es decir, la naturaleza satánica, que se opone directamente a Dios y a la verdad. Debido a que nuestra naturaleza de resistir a Dios no se ha resuelto, por lo que es completamente imposible para nosotros vivir una humanidad normal, y aún menos alcanzar la obediencia genuina a Dios, adorar a Dios y amar a Dios. Entonces, aunque hemos experimentado la obra del Señor Jesús en la Era de la Gracia y nuestros pecados han sido perdonados, aún no hemos ganado la verdad como nuestra vida. Esto es un hecho. Tenemos que experimentar la obra del juicio y el castigo de Dios con la Palabra en los últimos días y obtener los diversos tipos de corrupción e inmundicia dentro de nosotros revelados en la luz. Solo a través de esto podemos conocer activamente nuestras propias disposiciones corruptas, y además, bajo la guía de Dios, deshacerse gradualmente de varios deseos e intenciones para creer en Dios, resolver nuestras disposiciones corruptas y alcanzar el conocimiento de Dios y de nosotros mismos. Finalmente podemos seguir el camino de Dios, y ser capaces de temer a Dios y evitar el mal, obedecer la soberanía y los arreglos de Dios, y llegar a ser de la misma mente que Dios. Solo entonces Dios nos puede purificar por completo y finalmente podemos obtener la salvación completa de Dios. Entonces el perdón de los pecados no significa que podemos entrar en reino de los cielos. Si siempre nos aferramos a este punto de vista equivocado de que hemos sido santificados después de haber sido perdonados de los pecados y como resultado, rechazar el juicio de Dios y la obra de la purificación en los últimos días, entonces echaremos de menos la salvación de Dios en los últimos días. Todos sabemos que las personas no santificadas no pueden ver al Señor. Dios es santo, por lo tanto, nos ordena que busquemos ser santos. De esta manera, tenemos que experimentar la obra del juicio que Dios hace en los últimos días y purificarnos para poder calificar para entrar en el Reino de Dios.
Aprender más: Remisión de pecados
Las escrituras tomadas de LA BIBLIA DE LAS AMERICAS® (LBLA) Copyright © 1986, 1995, 1997 por The Lockman Foundation usado con permiso. www.LBLA.com.
(Traducido del original en inglés al español por Andrea Evangelina Casa)
Fuente: Estudiar la Biblia