La rebelión del hombre incita la ira de Dios
I
Cuando la airada ira de Dios sacuda ríos y montañas,
a causa de la cobardía del hombre,
ya no le concederá estas diferentes formas de socorro.
En ese instante, Dios se enfurecerá
y negará a todos los seres vivos la oportunidad de arrepentirse;
abandonará toda Su esperanza para el hombre
e inflingirá el castigo que tanto se merece.
En ese momento, rugirán truenos, como un mar embravecido,
como mil montañas derrumbándose.
Por su rebeldía, el hombre es derribado por los truenos,
y otras criaturas son eliminadas del mismo modo.
II
Todo el universo se sumerge abruptamente en el caos
y la creación no puede recuperar el aliento primario de vida.
De la gran multitud de la humanidad,
nadie puede escapar del rugido del trueno.
Rodeados de relámpagos,
los seres humanos, horda tras horda,
caen en la corriente que fluye rápidamente
y los torrentes los arrastran y lanzan por cascadas.
De repente, converge allí un mundo de “hombres”
en el lugar del “destino” del hombre.
Los cadáveres pasan flotando sobre la superficie del océano.
Toda la humanidad se aleja más de Dios a causa de Su ira,
porque el hombre ha pecado contra la esencia del Espíritu de Dios
y su rebelión le ha ofendido.
Los cadáveres pasan flotando sobre la superficie del océano.
Toda la humanidad se aleja más de Dios a causa de Su ira,
porque el hombre ha pecado contra la esencia del Espíritu de Dios
y su rebelión le ha ofendido.
Pero, en los lugares sin agua,
otros hombres siguen disfrutando, entre risas y cantos,
las promesas que Dios les ha concedido.
De “Seguir al Cordero y cantar nuevos cánticos”
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