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¿Por qué tenemos que orar a Dios, una y otra vez?

· ESTUDIOS BIBLICOS

En la vida real, solemos encontrarnos con distintas situaciones, y muchas veces, involuntariamente, nos sumergimos en la tentación, pero siempre y cuando oremos a Dios una y otra vez, seremos capaces de deshacernos de la tentación satánica, y no vamos a ser cautivos por Satanás, ni a perder la salvación. La constante oración puede protegernos para que no vivamos en el carácter corrompido, ni ofendamos a Dios y mucho menos, lleguemos a ser aborrecidos por Él. Además, la constante oración nos hace conocer nuestra propia situación permitiéndo nuestra vida espiritual que crezca. La constante oración es lo más importante para nosotros los cristianos, es la mejor manera de tener comunicación con Dios, de ganar la obra espiritual, de evitar ser dañado por Satanás y de recibir el cuidado y la protección de Dios.

Dios dice: “Después de que creara a los hombres y les diera espíritus, Dios les ordenó que si no lo invocaban, no serían capaces de conectar con Su Espíritu y, por tanto, la ‘estación satélite’ del cielo no se recibiría en la tierra. Cuando Dios ya no está en el espíritu de las personas hay un sitio libre para otras cosas, y así es como Satanás aprovecha la oportunidad de entrar. Cuando las personas contactan a Dios con el corazón, Satanás entra inmediatamente en pánico y se apresura a escapar. A través del clamor de la humanidad, Dios les da a las personas lo que necesitan, pero Él no ‘reside’ en ellas al principio. Él les brinda ayuda de continuo a causa de su clamor, y las personas obtienen resistencia de esa fuerza interna de forma que Satanás no se atreve a venir aquí a ‘jugar’ como se le antoje. De este modo, si las personas conectan continuamente con el Espíritu de Dios, Satanás no se atreve a venir a interrumpir. Sin la interrupción de Satanás, la vida de todas las personas es normal y Dios tiene la oportunidad de obrar en ellas sin obstrucciones. De esta manera, lo que Dios quiere hacer puede lograrse a través de los seres humanos”.
 

Extracto de “La Palabra manifestada en carne”