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Palabra de Dios hoy | Acerca del destino

· LECTURAS DIARIAS

Siempre que se menciona el destino lo tratáis con especial seriedad; todos vosotros sois particularmente sensibles en relación con este asunto. Algunas personas no pueden esperar a postrarse delante de Dios con el fin de conseguir un buen destino. Puedo identificarme con vuestra ansiedad, que no necesita expresarse en palabras. No queréis, en absoluto, que vuestra carne caiga en desgracia y, más aún, no queréis hundiros en el castigo perdurable en el futuro. Sólo esperáis vivir de un modo más libre y fácil. Así que os sentís particularmente angustiados cuando se menciona el destino y teméis profundamente que, si no estáis lo bastante atentos, podéis ofender a Dios y estar sujetos a la merecida retribución. No habéis dudado en transigir en cosas por el bien de vuestro destino, y muchos de vosotros que una vez fuisteis taimados y frívolos os habéis vuelto de repente especialmente amables y sinceros; vuestra sinceridad es, incluso, escalofriante. Independientemente de esto, todos vosotros tenéis corazones “honestos” y, de principio a fin, os habéis abierto a Mí sin esconder ninguno de los secretos de vuestro corazón, ya fuera la culpa, el engaño o la devoción. En general, me habéis “confesado” con gran franqueza esas cosas esenciales que tenéis en vuestros escondrijos más profundos. Por supuesto, nunca he evitado Yo tales cosas porque se han convertido en algo común y corriente para Mí. Preferiríais entrar en el mar de fuego por vuestro destino final que perder un solo mechón de cabello para obtener la aprobación de Dios. No es que esté siendo demasiado dogmático con vosotros; es que vuestro corazón de devoción es especialmente inadecuado para afrontar cualquier cosa que Yo hago. Es posible que no entendáis lo que quiero decir, así que dejadme proporcionaros una simple explicación: lo que necesitáis no es la verdad y la vida; no son los principios de cómo conduciros y, sobre todo, no es Mi laboriosa obra. Lo que necesitáis es todo lo que poseéis en la carne: riqueza, estatus, familia, matrimonio, etc. Tenéis una actitud totalmente desdeñosa hacia Mis palabras y Mi obra, de manera que puedo resumir vuestra fe en una palabra: tibia. Haríais cualquier cosa por lograr las cosas a las que estáis absolutamente dedicados, pero he descubierto que no lo desatendéis todo por el bien de los asuntos concernientes a vuestra creencia en Dios. Más bien sois relativamente fieles y serios. Por esta razón afirmo que quienes carecen de un corazón de absoluta sinceridad son un fracaso en su creencia en Dios. Pensad con cuidado: ¿Hay muchos fracasados entre vosotros?

Deberíais saber que el éxito en creer en Dios se logra debido a las propias acciones de las personas; cuando estas no tienen éxito, sino que fracasan, también se debe a sus propias acciones y no al impacto de otros factores. Creo que haríais todo lo necesario para conseguir realizar algo más difícil y que entrañe más sufrimiento que creer en Dios, y que lo trataríais con mayor seriedad. Incluso no estaríais dispuestos a cometer error alguno; estos son los tipos de esfuerzos incansables que todos vosotros habéis hecho en vuestra propia vida. Incluso sois capaces de engañarme en la carne en circunstancias en las que no lo haríais con vuestra propia familia. Esta es vuestra conducta sistemática y el principio que aplicáis en vuestra vida. ¿Acaso no seguís cultivando una falsa imagen para engañarme, por amor a vuestro destino, para que este sea hermoso y feliz? Soy consciente de que vuestra devoción y vuestra sinceridad no son sino temporales; ¿no son vuestras aspiraciones y el precio que pagáis sólo para ahora y no para después? Sólo queréis hacer un esfuerzo final para aseguraros un hermoso destino. Vuestro propósito consiste tan sólo en hacer un trato; no es que no os sintáis en deuda con la verdad, y en particular, no es para compensarme por el precio que Yo he pagado. En pocas palabras, sólo estáis dispuestos a emplear vuestra sagacidad, pero no queréis luchar por él. ¿Acaso no es este vuestro más sentido deseo? No debéis disfrazaros, y menos aún romperos la cabeza respecto a vuestro destino, hasta el punto de ser incapaces de comer o dormir. ¿No es cierto que vuestro desenlace habrá sido determinado al final? Debéis cumplir con vuestro deber al máximo de vuestra capacidad, con un corazón franco e íntegro y estar dispuestos a hacer lo que sea necesario. Como habéis dicho, cuando llegue el día, Dios no va a ser negligente con nadie que haya sufrido o pagado un precio por Él. Merece la pena aferrarse a este tipo de convicción, y no deberíais olvidaros nunca de ella. Sólo así puedo dar tranquilidad a Mi mente respecto a vosotros. De otro modo, nunca podré hacerlo, y seréis para siempre objetos de Mi aversión. Si todos vosotros podéis seguir vuestra conciencia y entregarlo todo por Mí, no escatimar esfuerzos por Mi obra y dedicar una vida entera de esfuerzo a la obra de Mi evangelio, ¿no saltará Mi corazón a menudo de gozo por vosotros? ¿No seré Yo capaz de dar completa tranquilidad a Mi mente en lo que os concierne a vosotros? Es una pena que lo que hacéis no es sino una lastimosa y diminuta parte de lo que Yo espero; en este caso, ¿cómo podéis tener las agallas de buscar obtener de Mí aquello que deseáis?

Vuestro destino y vuestro sino son muy importantes para vosotros: son motivo de gran preocupación. Creéis que si no hacéis las cosas con gran cuidado, equivaldrá a no tener destino, y a la destrucción de vuestra suerte. ¿Pero se os ha ocurrido alguna vez que si los esfuerzos que uno invierte sólo son por el bien de su destino, no son más que una labor improductiva? Semejantes esfuerzos no son genuinos; son falsos y engañosos. Si este es el caso, los que trabajan por su destino recibirán su derrota final, porque los fracasos de las personas, en su creencia en Dios, suceden por culpa del engaño. Ya he dicho con anterioridad que no quiero ser adulado, lisonjeado ni tratado con entusiasmo. Me gusta que las personas honestas se enfrenten a Mi verdad y a Mis expectativas. Más aún, me gusta que las personas sean capaces de mostrar el máximo cuidado y la máxima consideración hacia Mi corazón y que puedan abandonarlo todo por amor a Mí. Sólo así puede Mi corazón ser consolado. Justo ahora, ¿cuántas cosas hay en vosotros que me desagradan? ¿Cuántas cosas hay en vosotros que me gustan? ¿Alguno de vosotros se ha percatado de toda la fealdad que habéis manifestado por el bien de vuestro destino?

En Mi corazón, no deseo ser hiriente con ningún corazón positivo y motivado y, sobre todo, no deseo disminuir la energía de nadie que sea fiel en la realización de su deber; no obstante, debo recordarle a cada uno de vosotros vuestras deficiencias y el alma sucia que existe en lo profundo de vuestro corazón. El propósito de hacerlo es esperar que seáis capaces de ofrecer vuestro verdadero corazón al enfrentaros a Mis palabras, porque lo que más odio es el engaño de las personas hacia Mí. Sólo espero que, en la última etapa de Mi obra, seáis capaces de desempeñaros de una forma excepcional, de entregaros por completo y de no ser ya poco entusiastas. Por supuesto, también espero que todos vosotros tengáis un buen destino. No obstante, sigo teniendo Mi propia exigencia, que es que toméis la mejor decisión al ofrecerme vuestra única y final devoción. Si alguien no tiene esa devoción única, esa persona se convertirá seguramente en el tesoro de Satanás, y no seguiré usándola. La enviaré a casa para que la cuiden sus padres. Mi obra os ha sido muy útil; lo que espero conseguir de vosotros es un corazón sincero y que apunta hacia arriba; pero, hasta ahora, Mis manos siguen vacías. Pensad en ello: si un día estoy tan agraviado, tanto que no me alcanzan las palabras, ¿cuál será Mi actitud hacia vosotros? ¿Será así de amistosa? ¿Estará mi corazón tan calmado? ¿Entendéis los sentimientos de una persona que ha labrado laboriosamente y no ha cosechado un solo grano? ¿Entendéis cuán grande es la herida de alguien que ha recibido un gran golpe? ¿Podéis saborear la amargura de una persona llena de esperanza que tiene que separarse de alguien en malos términos? ¿Habéis visto el enojo de una persona que ha sido provocada? ¿Podéis conocer el sentimiento de la urgencia de venganza de una persona que ha sido tratada con hostilidad y engaño? Si entendéis la mentalidad de esas personas, ¡creo que no os debería resultar difícil imaginar la actitud que Dios tendrá en el momento de Su retribución! Finalmente, espero que todos vosotros hagáis un serio esfuerzo por el bien de vuestro propio destino; no obstante, más os valdría no utilizar medios engañosos en vuestros esfuerzos, o seguiré decepcionado de vosotros en Mi corazón. ¿Adónde os conduce semejante decepción? ¿No os estáis engañando a vosotros mismos? Los que reflexionan sobre su destino pero acaban destruyéndolo, son las personas menos capaces de ser salvadas. Aunque esas personas se exasperen, ¿quién sentiría empatía por ellas? En general, sigo dispuesto a desear que tengáis un destino adecuado y bueno. Más aún, espero que ninguno de vosotros caiga en desgracia.

De “La Palabra manifestada en carne”

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