El Señor Jesús dijo: “Pero la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque ciertamente a los tales el Padre busca que le adoren” (Juan 4:23). “Y al orar, no uséis repeticiones sin sentido, como los gentiles, porque ellos se imaginan que serán oídos por su palabrería” (Mateo 6:7). De las palabras del Señor podemos ver que Dios nos requiere acercarnos y adorar a Él en espíritu y en verdad. A Dios no le importa si las palabras de nuestra oración sean muchas o pocas, y si sean bonitas o no, sino que a Dios le importa si lo oremos con sinceridad. Por lo tanto, cuando oremos a Dios, debemos ser sinceros y cándidos, decirle la verdad y hablar las palabras sinceras a Él y orar a Él con lo que tenemos en nuestro corazón, y además, debemos confesar sinceramente las cosas errores que hagamos y nuestras transgresiones a Dios, arrepentiéndonos con sinceridad delante de Él y prometiendo que no volvamos a hacerlas en el futuro.
Tal como el Evangelio de Lucas 18:10-14 dice: “Dos hombres subieron al templo a orar; uno era fariseo y el otro recaudador de impuestos. El fariseo puesto en pie, oraba para sí de esta manera: ‘Dios, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: estafadores, injustos, adúlteros; ni aun como este recaudador de impuestos. Yo ayuno dos veces por semana; doy el diezmo de todo lo que gano.’ Pero el recaudador de impuestos, de pie y a cierta distancia, no quería ni siquiera alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: ‘Dios, ten piedad de mí, pecador.’ Os digo que éste descendió a su casa justificado pero aquél no; porque todo el que se ensalza será humillado, pero el que se humilla será ensalzado”. A través de las oraciones del fariseo y el recaudador de impuestos podemos ver que aunque la oración del recaudador de impuestos era sencilla, él solo pedía al Señor que lo mostrara misericordia a él mismo, un pecador, él confesaba sus pecados a Dios con sinceridad y tenía remordimiento por lo que había hecho. Por lo contrario, el fariseo solo oraba a Dios con unas palabras buenas para invitar al mérito delante de Dios y mostrarse, él no abría su corazón a Dios verdaderamente y no le decía las palabras de su corazón a Él. Por lo que aunque las palabras de su oración eran bonitas, no podían obtener la aprobación de Dios.
Dios dice: “El estándar más bajo que Dios exige de las personas es que le puedan abrir sus corazones. Si el hombre le da a Dios su corazón sincero y le dice lo que realmente hay dentro de su corazón, entonces Dios estará dispuesto a obrar en el hombre; Dios no quiere el corazón torcido del hombre sino su corazón puro y honesto. Si el hombre no le dice a Dios lo que de verdad hay en su corazón, entonces Dios no toca el corazón del hombre ni obra dentro de él. Por lo tanto, lo más crucial acerca de la oración es decirle a Dios las palabras de tu auténtico corazón, hablarle a Dios de tus defectos o de tu carácter rebelde y abrirte completamente a Él. Sólo entonces Dios estará interesado en tus oraciones; si no, Él ocultará Su rostro de ti. El criterio mínimo para la oración es que puedas guardar tu corazón en paz ante Dios y que no se aparte de Él. Tal vez, durante este periodo, no has obtenido una visión más nueva o más alta, pero debes usar la oración para mantener las cosas como están; no puedes retroceder. Esto es lo mínimo que debes alcanzar”.
En la vida real, primero debemos practicar a decir las sinceras palabras de nuestro corazón al hacer oraciones, y cada palabra y acción de nosotros deben aceptar la observación de Dios. Solo de esta manera podemos andar por el camino de ser una persona honesta.
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Cuando nos encontremos con algunas dificultades y preocupaciones en la vida, mientras oremos sinceramente y confiemos en Dios, podremos sentir el poder de la oración y se animará nuestra fe. ¿Cómo orar a Dios? Haga clic en medios de contacto abajo para hablar y comunicarse con nosotros en línea.
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